Lester Thurow afirma que las armas competitivas dominantes de este siglo serán la `educación y las habilidades de los trabajadores. Como ya sabemos, a diferencia del siglo XX, el poder de los países no está determinado, fundamentalmente por sus recursos naturales sino por su fuerza intelectual. En la actualidad, nuestra generación ya es consciente de que la educación es una tarea que nunca acaba. La sociedad del conocimiento nos conduce irremediablemente a un mundo laboral abierto donde la idea del puesto de trabajo ha sido cambiada por la de proyectos empresariales, y donde la consecución de la prosperidad, personal o social, obliga a un reciclaje y una puesta al día constante de nuestras habilidades. Ante un mundo en cambio, ante organizaciones caórdicas y ante la incertidumbre de nuestro entorno debemos intentar sentirnos confortables. Como dice Charles Handy, importante filósofo de la cultura empresarial, no se trata de buscar una seguridad contractual dentro del mundo de la empresa, por ejemplo un contrato estable, sino de buscar una nueva seguridad psicológica y personal. Se trata de interiorizar que, si la cosa no funciona, siempre estamos capacitados para hacer otra cosa. Cada uno de nosotros debemos ser nuestra propia seguridad. En este nuevo escenario mundial en el `ámbito de las organizaciones, donde las fusiones, las absorciones, las alianzas estratégicas, las macroempresas, la homogeneización, el triunfo de las telecomunicaciones, la globalización y el trabajo flexible se imponen, no podemos esperar salir al mercado laboral y que nos den un trabajo seguro y una larga carrera profesional, sino que tendremos que decidir cuál es la vida que deseamos y salir fuera y hacer que suceda. Así, Handy afirma que la educación debe adaptarse a estos nuevos tiempos y que no se exponga al alumno que todos los problemas del mundo tienen respuesta o están resueltos. El mundo está lleno de preguntas abiertas sin respuestas cerradas y el nuevo sistema educativo debería ir dirigido a reforzar la confianza en nosotros mismos y en nuestro propio valor. En este sentido, habrá que aprender a desaprender, a ser capaces de abandonar antiguos paradigmas y construir de nuevos.Tendremos que aceptar que antiguas recetas ya no pueden ser útiles para unos tiempos cambiantes e inciertos que necesitan de nuevas fórmulas para ser conducidos. Sin el cumplimiento de estas premisas básicas se hace difícil de pronosticar cuál debe ser la vida laboral adulta de muchos de nosotros. Así pues será necesario que aceptemos que las fórmulas de éxito del pasado no implican éxito en el futuro y cada uno deberá anticiparse, buscar nuevas metas y, en su caso, bajar el ritmo, detenerse, mirar y dotarnos de los elementos de reflexión que nos ayuden a reinventar nuestro mundo, si no queremos que otros lo hagan por nosotros.
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